domingo, 5 de septiembre de 2010

PERLAS NEGRAS

Amiga, mi larario está vacío: desde que el fuego del hogar no arde, nuestros dioses huyeron ante el frío; hoy preside en sus tronos el hastío las nupcias del silencio y de la tarde.

El tiempo destructor no en vano pasa; los aleros del patio están en ruinas; ya no forman allí su leve casa, con paredes convexas de argamasa y tapiz del plumón, las golondrinas.

¡Qué silencio el del piano! Su gemido ya no vibra en los ámbitos desiertos; los nocturnos y scherzos han huido... ¡Pobre jaula sin aves!¡Pobre nido! ¡Misterioso ataúd de trinos muertos!

¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas, ni lirios, ni libélulas de seda, ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas; el viento sopla, la hojarasca rueda.

Amiga, tu mansión está desierta; el musgo verdinegro que decora los dinteles ruinosos de la puerta, parece una inscripción que dice: ¡Muerta! El cierzo pasa, suspirando: ¡Llora!

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