No digas la palabra magica aun, el amor es ligero como una pluma. Dimelo al oido con una voz mas dulce que la de papa, si lo que intentas es atraerme.
Mas entre los sueños enterrados en una cama con un millon de rosas, se que vivo con mas encanto que todo eso. ¿Que debo hacer? En un mundo de exhuberante fealdad ¿Podre agitar mis alas sin contaminarme? Aunque estudie sola dentro de mi capullo, el cielo estrellado esta demaciado lejos.
No me toques aun, sin mostrar antes la dulce duda de un ladron de flores. Puedes tocarme, si crees que puedes llegar a los mas reconditos lugares de mi corazon.
No creo en un principe encantador.
Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el corazon del que amamos.
martes, 25 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
EL SABOR DE LAS LAGRIMAS
Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente, un dolor que está siempre, agazapado, por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo lleno de mis imágenes, de rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola: Es lo único cierto.
El amor era un huésped, la soledad es siempre el compañero que permanece al lado, inconmovible. Lo único seguro, verdadero. Oigo mi corazón, vieja campana que dobla y que golpea, que rebota en las sienes y en la nuca y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo. Miedo de no poder gritar, de pronto, de que ya sea demasiado tarde para un ruego. La costumbre ahoga las palabras y alarga el desencuentro. Ah, tantas cosas quedarán ocultas, perdidas, sin recuerdo, tantas palabras que no fueron dichas, tantos gestos.
Unos dirán: Yo sé, la he conocido, fue una rebelde, se desolló las manos y la vida por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido, era dura, malévola, avara de ternura, con la boca mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa lo que vendrá después del gran silencio. Claro que tengo miedo.Así, en la madrugada mientras algún dolor -un dolor, siempre- va hincando sus agujas en mi cuerpo, abro las manos en la sombra dulce para atrapar mi soledad, de nuevo, y me quedo a su lado, sin moverme, con los ojos abiertos la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)