Lo he intentado todo. Matarte en mi memoria y enterrarte en lo más profundo de mi ser. Pero no puedo. Te amo demasiado como para hacerlo. Hacer que nunca te conocí y seguir con mi patética vida. Pero no me atrevo. Tú no lo sabes, pero me envuelvo en cada una de tus palabras que me llenan por dentro, algo que nunca nadie había hecho. Seguir siendo tu amiga, fingiendo que el amor que te declaro es solo fraternal. Pero no quiero. No quiero renunciar a tu existencia bendita que me cubre de espinas a la vez con rosas.
No tengo nada de nada. Porque no te tengo a ti. Y no te sientas culpable, nadie lo es, ni siquiera yo. Por algo esto debe estar pasando. Quizás es una lección de la vida. Y vaya lección. Sufrir dos veces por lo mismo, ya no es lo mismo.
La noche que me dijiste, que me aclaraste que me querías, pero no de la forma en la que yo, en ese momento sentí como mi alma se desprendía de mi cuerpo y se trasladaba a donde yo no la pudiera encontrar. Cada palabra la tengo grabada. Usaste una metáfora, como es tu costumbre. Lo hiciste menos duro.
Pero cada día de mi existencia es más difícil, sabiendo que ahora me quedé completamente sola, sin una sola esperanza de ser amada. Porque nunca lo he sido. Al menos no en el sentido que yo quisiera.
A veces maldigo tu existencia; otras alabo tu esencia. Porque por ti se me están acabando los pensamientos positivos y mi sentido del humor. Aunque por otro lado, me has devuelto la inspiración para escribir de nuevo con ese sentido poético y sencillamente romántico. Te agradezco por eso. Muchos de mis poemas están destinados a ti, no lo sabías, pero ahora si.
Ansío desesperadamente tocarte por primera vez, conocer tu mirada, que la siento cada vez que despierto y visualizarte de una vez, por todas, porque por primera vez, mi amor por ti es ciego. No me importa como seas físicamente, aún así te voy amar por sobre todas las cosas.
Cada día que no hablo contigo es un suplicio. Me pregunto a todas horas que estarás haciendo en ese preciso momento. Intento calcular el momento exacto en el que te veo aparecer con un “Hola”. Te veo pocas veces, y aunque tengo planeado que no voy a decir estupideces ni avergonzarme a mi misma, lo hago. Es uno de mis impulsos cuando estoy nerviosa. Y es que a veces, estando frente a ti, no sé que decir. Las palabras más tontas se me escapan de la boca y las termino escribiendo en el teclado.
Solo quiero que sepas, que mientras estés presente en mi mente, trataré de borrarte a como de lugar, para que todo vuelva (o al menos parezca que va) a ser como antes. Te sientes incómodo con esto al igual que yo. Ninguno de los dos quiere estar en medio de esta situación, y sin embargo lo estamos.
Me he resignado a que debo acostumbrarme a llorar. Ya hacía mucho tiempo que no lo hacía. Me hiciste sensible cuando me había acostumbrado a parecer que no tenía sentimientos.
Me he habituado a hablar de ti todo el tiempo. Mis amigas dicen que te olvide, que no vales la pena, cuando en realidad, sé que en el fondo que al final de toda oscuridad siempre hay una luz.
¿Sabes qué? Tú eres esa luz, que se apaga a ratos, las veces que sufro por ti. Quiero dejar de escribir, pero es que, o no puedo, o simplemente no quiero. Eres lo más cercano a la perfección que he tenido enfrente. Eres lo más bello que me ha pasado en mi vida hasta ahora, mi pasadizo secreto hasta mi verdadero yo.
No espero ser tu amor, pero estoy orgullosa que tú seas el mío. Me enseñaste a no reprimir mis sentimientos, aunque no te diste cuenta. Y te doy las gracias, aunque, cuando te las dé, no tengas ni la más mínima idea del por qué. En otro de mis intentos por olvidarte, he tratado de fijarme en otras personas, pensando que tú no eres el correcto y que mi otra mitad está en otro lado.
Pero eso para mí sería como ignorar tu existencia. Créeme, no es nada sencillo arrancarte de mis pensamientos. Te volverías un recuerdo. Y no quiero que seas eso. Mi reloj apunta que ya es tarde. Me tengo que ir. No espero que con esto de repente empieces a sentir algo por mi, que vayas a buscarme y decirme que me amas.
No. Sólo quiero que sepas todas estas cosas, algunas con una pizca de locura y otras derramándose en cursilería. Estaré en tus sueños, aquella pequeña estrella que brillará en el cielo, esa seré yo.