Dónde los ríos sin sol lloran, derramando en el abismo sus olas, ella duerme un sueño encantado del que no despertará. Guiada por una estrella errante, ella llegó de lejanos lugares, buscando sus placeres donde las sombras yacen.
Duerme un sueño que el dolor no puede perturbar, la noche no será quebrada por la mañana, hasta que la alegría se apodere de su perfecta paz.
Ella dejó la rosada mañana, ella dejó los campos de maíz por el frío crepúsculo y los lánguidos manantiales. A través del sueño, como un velo, ella observa el pálido cielo, escuchando el canto aéreo del triste ruiseñor.
Descanso, descanso, un perfecto descanso cubre su frente y sus senos, su rostro se vuelve al oeste, hacia la Tierra Púrpura. Ella no puede ver el grano, madurando en la colina y el llano, ella no puede sentir a la lluvia caer sobre su frágil mano. Descansa, descansa por siempre en las exuberantes orillas descansa hasta que el corazón calle, hasta que el núcleo del tiempo muera.
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