Hablo, por hablar, hoy que esta decierto el mar y una paz agreste invade estas turolenses llamaradas de fuego y de dolor. Hablo del día a día que sucede, de las tardes que adiós nos despedimos, de los hijos que llegan, de las tierras que acogen nuestros cuerpos y de todo aquello que va formando, al fin, nuestra figura.
Del paso indefinido hablo también y hablo, para quedar en paz con mi conciencia, del tiempo jamás recuperado, huido entre sonrisas, adioses y lágrimas, que nadie reservó para el otoño.
Hablo del campesino y de su hondura, del herrero que fragua su tristeza, del minero que invade las entrañas, del poeta que, a solas, agoniza. Hablo de mi amor y mi esperanza.
Y hablo de este pequeño dios que ha entrado en casa, después de tantos días esperado.
Hablo y hablo y nunca sé por qué guardar silencio.
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