viernes, 3 de agosto de 2012

El lobo que aullaba a la Luna.

Un lobo, enamorado de la luna, todas las noches subía a la cima del monte para mostrarle su amor a la luna.

Sus aullidos eran melodiosos y rítmicos, pausados y progresivos; en sus aullidos le hablaba de amor, cada noche eran más intensos. La luna, agradecida, le acariciaba rozando su pelaje con su resplandor; y el lobo, que en su intenso amor no razonaba, creía po...
der alcanzar la luna. Noche tras noche, el lobo no faltó a su cita, aullado con más fuerza a la luna, pensando que, gritando, podría la luna bajar a su altura. Noches oscuras, y el lobo no vio a su luna, que aullaba desesperado sin obtener respuesta de su amada La Luna Plateada.

Como iba pasando las noches, el lobo se ponía triste más triste, su luna plateada no aparecía; su garganta ronca no respondía. Una noche, negra como la pena, el lobo dejó de aullar, y su cola ya no caracoleaba, la tristeza se apoderó de él y murió con los ojos abiertos hacia cielo negro. Y la Lunita Plateada, detrás de los nubarrones, no pudo consolar la honda pena de su enamorado, y en acto de amor, su haz luminosa, arrebató el cuerpo fiel de lobo y se lo llevó a los cielos, donde juntos están, la Luna con su resplandor.

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