Antes, cual la llama que en la estera prende, mi cólera ardía, lucía y se apagaba: como del león generoso en la selva la fiebre se enciende; lo ciega y se calma.
Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto y al juicio he subido en el león a caballo: la furia del juicio es tenaz: ya no puedes. Dentro de mí hay un león enfrenado.
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