Hoy llueve todo el día y el termómetro marca fuera dos grados sobre cero. Seguramente vale la pena que la humanidad, recorriendo a través de los siglos, las abominaciones y los millones de años luz en el camino que lleva a la calefacción central pueda ofrecer a un estornino posado en la ventana, justo encima del radiador, los dieciocho grados del confort.
Lleva un buen rato tras el cristal. He abierto la ventana pero no quiere entrar. No deja de mover el pico emitiendo sonidos. ¿Qué debo hacer? No sé ornitología, soy de letras y nacíen la ciudad. Cuando se vaya dentro de once minutos no sabré si cantaba feliz o chillaba desesperada. Ayúdame, tú que sabes de pájaros heridos en Big Sur.
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