viernes, 27 de agosto de 2010

EL CUADRO

Como un lento, oscuro, inmenso mar que anega el corazón, crece mi desolación hoy, más cuanto más lo pienso. Tan débil, tan indefenso me hallo ante la soledad, la responsabilidad, los ataques, las intrigas... Y carcomidas mis vigas por la pobreza y la edad. Y la sombra me aniquila. No me queda ni la lumbre del amor ni mi costumbre de vida dulce y tranquila. Sólo la luna vigila
el enjambre de mis sienes. ¿Y me dices tú que vienes a pintarme? Goya, amigo,
si aún te vale este mendigo de la dicha, aquí me tienes.

Deja, Gaspar, encendida la luz de la inteligencia. Ignora toda presencia. Acomódate y olvida cuanto no sea tu vida. Y ahora al fin, amigo fiel,
que, para siempre, la hiel más honda de tu amargura se funda con mi pintura
en la llama del pincel.

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