domingo, 16 de enero de 2011

AQUI, LA PUERTA ABIERTA...

Aquí, la puerta abierta, unos gatos que muerden basuras y esperanzas —esta marejadilla sin plata que arrasar— y aquí suelo dejarme, sentada hacia la lluvia sin apenas decirte lo mucho, sin tu forma de hablarme socavada en el gesto. Ni voy reconociendo desmantelados signos de la tarde tan larga. Pero es que sin tu risa soy capaz de extenderme satisfecha en la noche y soy capaz de tanta soledad.

Ya sé que somos dos. Podríamos herirle los ojos a los puentes aunque duele este número,
—herirlos gravemente, definitivamente— y luego avanzaríamos hasta donde los cisnes, hacia aquella ventana que sugieren las olas, hasta donde los cisnes poseyeron a Leda, allí te besaría un vez más donde se descomponen tu pasado y el mío.

Es tan roja, tan roja, la forma de morir de algunas tardes.

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