Ya sé que somos dos. Podríamos herirle los ojos a los puentes aunque duele este número,
—herirlos gravemente, definitivamente— y luego avanzaríamos hasta donde los cisnes, hacia aquella ventana que sugieren las olas, hasta donde los cisnes poseyeron a Leda, allí te besaría un vez más donde se descomponen tu pasado y el mío.
Es tan roja, tan roja, la forma de morir de algunas tardes.
Es tan roja, tan roja, la forma de morir de algunas tardes.
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